jueves, 21 de octubre de 2010

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CRÓNICA DE LA TALAJARA


Eran las 06:00 h cuando salíamos rumbo a Talavera. El que más o el que menos, llevaba levantado desde la 05:30 h. Habíamos dormido poco y nos esperaba un día intenso en el que seguro, no íbamos a dejar escapar ni el más mínimo detalle. La mañana era fresca, aunque desde el principio barruntaba el magnífico día que se nos iba a regalar.El transcurso del viaje fue tranquilo hasta que llegamos a Toledo y dadas las horas que eran (alrededor de las 06:50 h) sólo nos encontramos con vampiros chupa wisky´s deambulando de un sitio para otro. Tanto es así que en la rotonda donde nos desviábamos dirección Ávila nos detuvo un control de alcoholemia, pero como eran guardias con experiencia, supieron distinguir perfectamente el rostro de los que habíamos madrugado, y sin mediar palabra nos dieron paso enseguida.

A las 07:45 h llegábamos a Talavera de la Reina, y lo primero que hicimos fue hacer un recorrido turístico por sus calles, ya que no atinábamos a llegar al punto de reunión. Hasta que encontramos a unos simpáticos municipales que, amablemente nos indicaron el camino del recinto polideportivo.

Sacamos a las “niñas”, que iban detrás, las pusimos guapas e iniciamos el protocolo de inscripción. Para entonces ya empezaba a despuntar el día, y aunque faltaba casi una hora para que diese comienzo la fiesta, cientos de bikers impacientes pululaban por los alrededores del recinto calentando piernas. Esto, qué duda cabe, aumentaba la emoción del el inicio de la jornada.

De las dos posibles combinaciones que había (125 y 80 km) nos cogimos, cómo no, la más larga, la de 125 km, para que andar con chiquitas.


De nuevo, nos dirigimos al coche para terminarnos de ataviar con el uniforme de guerra y cuando nos quisimos dar cuenta eran las 09:00 h.... Hay que salir ya!

Se da la salida, y cuando miramos a nuestro alrededor, vemos que estamos atrapados en medio de una gran maraña de 1500 bikers, ahí, a lo calentico. Parecíamos un desfile de hormigas saliendo de su agujero, a penas te separaban uns centímetros de los bikers que llevabamos a los cuatro costados.

En cuanto cogimos la primera pista se empiezó a levantar un fino polvillo que nos arropaba de manera incómoda. Solución, coger un ritmo alegre e ir remontando posiciones lo máximo posible. Afortunadamente, de las lluvias de la semana anterior todavía quedaba el grado de humedad suficiente como para que el polvo no nos tamizase las vías respiratorias. No hemos hecho nada más que empezar y ya hay pinchazos.

Después de unos 20 km de pistas y caminos bastante regulares, llegamos a la Vía Verde de la Jara, antigua Red ferroviaria que unía los valles del Tajo y del Guadiana y que por cierto, nunca llegó a estrenarse para ese uso, aunque sí que le tuvo que quedar bastante poco para terminarla, porque todavía están en pie como testigos atemporales desde 1926 varias estaciones, un sin fin de trincheras y túneles excavados en el monte, así como multitud de viaductos y puentes. Bonito y curioso viaje a través del tiempo en el que no hacía falta mucha imaginación para poder ver a aquellos ejércitos de obreros excavando los montes y levantando los puentes. Por cierto, desde algunos de estos puentes las vistas del Tajo a su paso por el valle eran espectaculares.

Durante más de 30 km estuvimos dándole presión a las bielas, adelantando, adelantando y adelantando a bikers sin parar, para posicionarnos en un lugar del megapelotón un poco más privilegiado. Llegados a este punto y dado que quedaban casi 100 km para finalizar (a parte de que todavía no habíamos llegado a la zona difícil), le comenté a Bikher y a Chuspi que tirasen ellos delante, que yo iba un poco forzado y prefería guardar fuerzas. Dicho y hecho, bajé mi ritmo y pude ver como en un suspiro les perdía de vista. A partir de aquí empecé a tener esa sensación de vacío que se produce cuando por causas mayores, la familia se aleja de tí y donde también dio comienzo mi andadura en solitario por la Talajara.

Todo hay que decirlo, no sé si iba un poco castigado de la ruta del martes anterior o que no había reposado lo suficiente después de la misma, o bien había llevado hasta ese momento un ritmo un poco más acelerado de la cuenta, o tal vez, un poco de ambas cosas. El caso es que me dolían un poquito las piernas, lo cual me desconcertaba un poco, pues no había llegado ni al primer tercio del recorrido y ya tenía problemas (que me pensaba yo eso….). En tanto en cuanto, que llego al primer avituallamiento sólido en la estación de Navasfuentes en el km 50. Aquí paré 10 minutos que me vinieron de perlas para sosegar mi ánimo, tras comprobar que no estaba tan mal como yo me esperaba; un gran golpe de facto que determinó totalmente el ritmo de marcha que me quedaría hasta la meta. Para que me entendáis, si le hubiera tenido que poner música a esto, esta sería sin duda, la banda sonora de Rocky Balboa.

Así de pletórico salí del avituallamiento en dirección al túnel más largo de la Vía Verde, 1 km. Menos mal que estaba iluminado, porque atravesar un túnel de esa longitud totalmente a oscuras tiene que dar un poco de grima. Al llegar a este punto el pelotón iba tan estirado que prácticamente el túnel lo atravesábamos de uno en uno. Otra de las cosas que impresionaban también, eran las enormes trincheras excavadas en cuarcitas y pizarras, que cortaban laderas enteras de arriba abajo. Era un gustazo atravesarlas porque en ese momento soplaba bastante viento de costado y cuando estabas dentro no lo notabas.

En total 60 km de llaneo, de los que 40km eran de Vía Verde. Gran estrategia por parte de la organización del evento para estirar hasta el infinito los más de 1500 ciclistas, todo ello con el fin de evitar aglomeraciones en los posteriores avituallamientos, así como en las zonas técnicas que quedaban por venir.

Una vez finalizada la Vía Verde, nos desviaron a un camino de sierra en el que se puede decir que empezaba el auténtico mountain bike. Las primeras dificultades empezaban a surgir, zonas técnicas, caminos irregulares y….por fin, las primeras rampas, ya está bien, ahora le toca mover ficha al tacto, los demás sentidos ya se han llevado su ración correspondiente. Es hora de tirar de músculo, y los míos están entrenados, es el momento de sacar la artillería pesada y avanzar implacablemente cuesta arriba, soy esclavo de mi carne y en esta lid me muestro combativo.


Toda una horda de aguerridos bikers arrastrando sus máquinas sube pusilánimemente a través de una cuesta que parecía no tener fin. Al grito de mis anunciadas intenciones (QUE VOY!!) todos los que van a pie, me muestran reverencia y se apartan, alguno más osado hasta me da ánimo. Llegué arriba a la cima, un largo descenso me daría el aliento que necesitaba para reponer fuerzas, pero justo antes de bajar giré la vista atrás y vi la gente que había pasado por el forrillo de mis bielas. Ohh! Eso es un auténtico chute de egoceína.

Sin más dilación seguí mi camino hasta llegar al final del descenso al segundo avituallamiento sólido en Buenasbodas (km72). Paré dos minutos a llenar la camelbak, y mientras que me comía medio plátano pude comprobar que los que habían pasado delante de mí habían dejado los alrededores del avituallamiento hechos una pocilga y, claro, me pregunté inmediatamente cómo quedaría el patio una vez que pasen los que vienían por atrás. Entre tanto, tuve un recuerdo de la familia que marchó lejos de mí unas horas antes, y me puse nostálgico, en ese momento me dije: Váaaaamonos!!....y me fui. Me fui a plantar cara a la subida más dura de la Talajara, una rampa de casi 1km y con un tramo del 32% en el que había que poner el pie en tierra sí o sí, pero no desesperé, en mi cabeza sonaba todavía esa música de Rocky Balboa, así que me cargué de un poco de valor y un mucho de equilibrio y pude engancharme en el pedal, llegando así hasta arriba. No sé qué nombre tenía esa rampa pero no sería de extrañar que la bautizasen con alguno de los nombres de los múltiples mayordomos de Satanás.

Por fortuna para mis piernas que ya empezaban a notar la resaca de tanta pasión y desenfreno, venía un nada desdeñable desnivel negativo de casi 20km de largo. Se acababa así el monte alto de jaras y comenzaba el monte bajo de encinas.

Llego al tercer y último avituallamiento sólido en Alcaudete de la Jara (km97). Aquí, es que ni paré. Cuando llegué a este pueblo y vi que tanto su plaza como las calles aledañas estaban llenas de gente pegándose un banquete bestial de migas, me dije: ¿Cómo cojones puede estar la peña poniéndose a orza si aún quedan casi 30 agónicos km hasta llegar a Talavera? Miré hacia otro lado y seguí avanzando, porque la verdad es que, si ya llevaba hambre, después de ver aquello mi estómago pedía clemencia. -No desistas (le dije), que hambre que espera hartura no es hambre ninguna.

Pasado el mal trago, porque eso es lo único con lo que pude consolar a mi hambriento estómago (con un mal trago de agua), me dirigí hacia Talavera de la Reina. Mis piernas estaban doloridas, pero aún había una pequeña reserva de fuerzas para flanquear el último rompepiernas que quedaba como colofón de esta gran ruta. Tres cuestas comparables en distancia y pendiente a subir tres veces el Molino de Parra. Para más inri la espalda la llevaba rota, cada 800 m me tenía que estirar como podía para aliviar la estancia encima de mi angosto sillín. También en este punto es donde coincidimos con los de la ruta corta de 80 km, otros 1500 bikers más. Nunca antes había visto tanta gente junta en un mismo camino, aquello parecía la romería del Rocío, solo que sin caballos. Lo bueno de esta conjunción de grupos fue la agradable e innumerable presencia femenina esparcida a lo largo del trayecto que quedaba hasta la meta. Hay que tener en cuenta que desde que salí (hacía casi 6 horas) no había hecho otra cosa nada más que ver pura fibra varonil. Se conoce que la ruta de 125 km era cosa de hombres.

A medida que me acercaba a Talavera esa sensación de vacío que llevaba por haberme separado de mis compañeros, iba desapareciendo poco a poco. Ya quedaba menos para el desenlace final, a penas 8 km de llanura me separaban de mi destino.

Un último apretón me colocó en el extrarradio de Talavera, pero antes nos desvíaron por una serie de caminos, imagino que en busca de otro acceso para no interferir el tráfico rodado de la ciudad. Tras un trasiego por un parque en obras y alguna calle que otra, giré a la derecha y entré en una avenida donde se podía ver al fondo el arco de meta. Pasé a través de él como si tal cosa. Me detuve para que me quitasen el chip que llevaba ubicado en la horquilla, y después pasé por una especie de mostrador donde una señorita amable repartía las bolsas con los regalos por haber participado en la ruta. Lo primero que hice fue mirar en la bolsa a ver si allí me encontraba con algo de comer, pero no había nada de eso, entonces vi que otra señorita un poco más delante estaba repartiendo víveres. Aleluya!! Me dirigí hacia ella con las pupilas dilatadas en busca del tan esperado alimento. Me dio una barrita y un batido de chocolate, pero yo bien me merecía, al menos, otra barrita, cosa que sin dudar reclamé. Me comí las dos barritas en un abrir y cerrar de ojos, y aunque no sacié el hambre por lo menos maté el gusanillo.

Ya no me quedaba más que buscar a mis añorados Bikher y Chuspi, pero como sabía donde se encontraban, arreé para allá sin pensar. Cuando llegué estaban subiendo las niñas al coche, y nada más vernos a todos se nos dibujó una lánguida sonrisa de oreja a oreja. A partir de ese momento, lo típico, nos dedicamos a compartir nuestra experiencia del día.

La ruta estuvo muy bien, quizá demasiado tramo de pista, pero dada la grandísima participación de bikers (3000 entre los dos recorridos) había que tener un alternativa válida para estirar el pelotón con el fin de evitar aglomeraciones y cuellos de botella, y esto no podía ser de otra forma más que con en este tipo de terrenos. Por otro lado, lo de la comida a 30 km del final me pareció un desatino, porque después de meterte 90 km, pegar el parón para comerte un plato de migas y continuar dando pedales, es una auténtica tortura. Pienso que lo lógico es dejar esas cosas para el final.

En cuanto a la organización, y siempre bajo mi punto de vista como biker ejerciente, sin pega ninguna. La señalización y balizamiento a base de tiras de plástico atados en las ramas, palos, ventanas, etc. me pareció de lo más práctico habido y por haber, porque ahorraba muchos efectivos humanos en los cruces y hacía muy intuitivo el seguimiento de todo el recorrido, cosa que en un trazado de tal magnitud en otro caso, hubiera necesitado del esfuerzo y dedicación de muchas personas. Los avituallamientos eran seis en total y se encontraban alternados entre sólo líquidos y avituallamientos líquidos y sólidos. A excepción del primero, en el que había surtido de todo, en el resto sólo podías encontrar agua y fruta (para qué más florituras).

En lo que se refiere a infraestructuras, todo a pedir de boca. Tanto aparcamientos, inscripciones, salida, llegada y duchas, se encontraban ubicados en el mismo complejo.

El próximo año repetiremos y a ser posible con una mayor representación.

Ahh! Y que conste que con la necesaria pompa, el trío capitolino estrenamos la nueva equipación de chándal como se merece, a nivel oficial.


2 comentarios:

HORUS dijo...

Las fotos de la Talajara las colgaré mañana. No desesperéis muchachos

Bikerman dijo...

LO AS BORDAO.... ERES UNA MAQUINA TOTAL